La tensión reinaba en el supermercado mientras los clientes observaban en secreto una escena dramática. Una mujer enfadada entró de repente y volcó su ira sobre un joven empleado. Parecía que se salía con la suya hasta que el karma intervino y la dejó humillada frente a todos.
El supermercado donde trabajaba era un lugar familiar, más un gran comercio de barrio que un supermercado. Teníamos clientes habituales que venían semana tras semana, como la señora Johnson, una octogenaria. Cada martes, venía a buscar pan integral, unas cajas de sopa y siempre un pequeño ramo de flores. Ella sonreía y decía: «Las flores están aquí para recordarme que todavía hay belleza en este mundo, incluso cuando uno es viejo.»
Ese día comenzó como todos los demás. Recibía a los clientes en la caja, escaneaba sus compras y conversaba un poco. «¿Cómo va tu día?» pregunté mientras contaba mentalmente las horas que me separaban del final de mi turno. El olor del pan recién horneado se mezclaba con el aroma ligero y ácido de los productos de limpieza que se habían esparcido en el almacén. Todo era rutinario, hasta que dejó de serlo.
Mientras iba a llamar al Sr. Simmons, otro cliente habitual que siempre apilaba sus compras en torres precisas en la cinta transportadora, las puertas automáticas se abrieron. Una mujer de unos cuarenta años entró, con el rostro fruncido y el cabello revuelto como si hubiera pasado por un ventilador. Detrás de ella, un niño pequeño de seis o siete años la sujetaba nerviosamente de la mano como si fuera su salvavidas.
La mujer se inclinó más cerca, su tono volviéndose amenazante. « ¿De verdad crees que voy a dejar esto pasar? Me aseguraré de que todos sepan lo incompetente que eres. Escribiré críticas tan severas que nadie volverá a hacer compras aquí. No tendrás trabajo para el final de la semana. » Sus palabras eran tan afiladas como cuchillos, pero lo que realmente me impactó fue el pequeño niño que estaba a su lado. Le tiró del brazo, su voz apenas audible. « Está bien, mamá. No necesitamos manzanas. »
Se volvió hacia él, su expresión suavizándose apenas. « Tommy, cállate. Mamá está ocupada con algo. »