Jordan Fox caminaba por el cementerio, las hojas secas crujían bajo sus pies. El frío en el aire coincidía con la vacuidad en su corazón mientras se acercaba a la tumba de su difunta esposa, Kyra. Había pasado un año desde que ella falleció, dejándolo solo para cuidar de sus tres preciosos hijos, los trillizos que ahora eran el centro de su mundo.
Con el bebé Alan acurrucado contra su pecho, Jordan empujaba el carrito donde yacían los pequeños Eric y Stan, sus ojos inocentes siguiendo el camino de las libélulas arriba. “Vamos a ver a mamá”, susurró Jordan suavemente, su voz transmitía una ternura que solo un padre en duelo podría entender.
Pero al acercarse a la tumba, sus pasos vacilaron. De pie junto a la lápida de Kyra había un hombre, quizás en sus cincuenta y tantos, cuya figura se confundía con el paisaje sombrío. Llevaba una boina irlandesa, y su mano trazaba las palabras grabadas en la tumba de Kyra: Un destello en nuestros ojos y corazones ahora está en el cielo — En Memoria de Kyra Fox.
El corazón de Jordan se aceleró, su mente llenándose de preguntas. “¿Quién es este hombre y por qué está aquí?”
El extraño se volvió, su mirada se encontró con la de Jordan, esbozando una sonrisa torcida que no alcanzaba sus ojos. Extendió una mano como si fuera a estrecharla, pero al ver a los bebés, se echó atrás. “Te ofrezco 100,000 dólares… más si lo necesitas. Solo dame los bebés”, dijo el hombre, su voz firme pero urgente.
Jordan se quedó sin aliento. “Debes ser Jordan Fox… soy Denis de Chicago, el ‘viejo’ amigo de Kyra.”
Las palabras quedaron en el aire como una nube de tormenta lista para estallar. ¿Un viejo amigo? Kyra nunca había mencionado a nadie llamado Denis, y mucho menos a alguien de Chicago.
“Un placer conocerte, Denis”, respondió Jordan con cautela, su mente dando vueltas. “Pero no te conozco. Nunca he estado en Chicago.”
Denis asintió, sus ojos se desviaron hacia el carrito. “No realmente. Acabo de llegar a Manhattan. He estado esperándote…” Su voz se desvaneció mientras se inclinaba más cerca de los bebés, su mirada suavizándose. “¿Puedo ver a tus bebés?”