El envejecimiento es un proceso inevitable al que todos estamos destinados, y la aparición de canas es una parte natural de ese ciclo (al menos por ahora, quién sabe qué nos deparará el futuro con los avances en tecnología y ciencia).
No importa cuánto dinero tengamos, lo estrictos que seamos con nuestra dieta, el ejercicio que realicemos, la calidad del sueño o nuestra ocupación. Podemos envejecer de formas distintas, pero todos seguimos un mismo camino. Es biología básica, algo que está fuera de nuestro control en muchos aspectos.
Por eso resulta curioso que aún nos sorprenda el paso del tiempo cuando vemos cómo envejecemos, cuando en realidad es un proceso completamente natural. ¿Recuerdas cuando no veías a alguien durante años y te asombras de lo mucho que ha cambiado? O ves a una estrella de cine de tu infancia, que ahora tiene el cabello blanco y ha perdido parte de su juventud.
Es fascinante observar cómo envejecen los famosos. Ellos también se transforman con los años, como cualquier ser humano, pero su tránsito hacia la vejez está documentado, de modo que podemos seguir su evolución a través de películas, alfombras rojas y apariciones públicas, trazando su camino casi como si fuera un mapa.
Entonces, ¿quién recuerda a Meg Foster?
Por supuesto que sí. Con sus ojos azules cautivadores y su mirada penetrante, acompañada de una belleza inconfundible, ¿cómo olvidarla? La actriz estadounidense debutó junto a Michael Douglas en Adam at 6am (1970), y a lo largo de los años protagonizó una serie de proyectos memorables, como The Six Million Dollar Man, Bonanza, The Twilight Zone y Murder, She Wrote.