Los adolescentes se burlan de una anciana pobre en el autobús hasta que la voz de un hombre sin hogar los interrumpe 😔

HISTORIAS DE VIDA

Hay historias que no puedes leer sin quedar indiferente… Te proponemos leer otra historia que no te dejará indiferente.

Mary, una mujer mayor, sube con dificultad los escalones del autobús; su frágil cuerpo le dificulta la tarea. Justo cuando más lo necesitaba, sintió una mano firme que le agarraba el codo y le ofrecía apoyo. Pero cuando se volvió para expresar su gratitud, su sonrisa rápidamente se transformó en vergüenza. La mano pertenecía a Timothy, un hombre alto y delgado que parecía un vagabundo desaliñado. Mary instintivamente retiró el brazo y respondió secamente: “Gracias”. Timothy sólo sonrió tristemente. Estaba acostumbrado al rechazo, pero eso no cambiaba quién era. Al ver a María ocupar dos asientos en el autobús, recordó a su propia madre, quien también se habría avergonzado de verlo en ese estado. Timothy caminó hasta la parte trasera del autobús y se sentó solo. Mientras se reclinaba y cerraba los ojos, Timothy pensó en su hija Daisy. No pudo evitar recordar cómo ella se había aferrado a él, incluso después de que sus vidas se habían desmoronado. Dos años antes, a su esposa, Valery, le habían diagnosticado cáncer en etapa 4. A pesar de haber gastado todo su dinero en el tratamiento, Valery había muerto, dejando a Timothy devastado.

Después de la muerte de Valery, el mundo de Timothy se vino abajo. Perdió su trabajo debido a sus frecuentes ausencias para cuidarla y se vio obligado a vender su casa para pagar las deudas. Él y Daisy se mudaron a un destartalado apartamento de una habitación en un edificio en ruinas. Poco después, los servicios sociales expulsaron a Daisy por considerar que las condiciones de vida no eran adecuadas. Ahora sin hogar, el único consuelo de Timothy era un billete de autobús para visitar a su hija en su casa.

Timothy fue sacado de sus pensamientos por la voz fuerte y burlona de un adolescente. “¡Mira aquí, conductor!” —Esta señora debería pagar DOS multas —tartamudeó el muchacho, evidentemente borracho, señalando a Mary. Su amiga tomó el relevo, ridiculizándola por ocupar dos asientos. Mary agarró su bolso, temblando, mientras los demás pasajeros miraban hacia otro lado, sin querer ayudarla.

El primer adolescente golpeó a Mary en el pecho, exigiéndole que abandonara su asiento. A pesar de su miedo, Mary levantó la barbilla y dijo con calma: “Joven, hay muchos otros asientos disponibles”. Pero el segundo adolescente no estaba satisfecho. Se acercó más, con el aliento apestando a alcohol, e insistió en que Mary le cediera su asiento.

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