Un hombre se ofreció a ayudarme con mi bebé en un avión.

POSITIVO

El viaje de Atlanta a San Francisco comenzó con el típico pandemonio de volar con un bebé de 14 meses. Mi hija estaba inquieta y llorando, y podía sentir las miradas desaprobatorias de los demás pasajeros. La ansiedad crecía en mi estómago mientras intentaba todo para calmarla, pero nada funcionaba.

Alrededor de una hora después de comenzar el viaje, un hombre de aspecto amable al otro lado del pasillo ofreció su ayuda. «¿Quieres que sostenga a tu bebé un rato? Tengo un hijo más o menos de la misma edad, así que entiendo lo difícil que puede ser. Déjame llevarla un rato; creo que puedo calmarla.»

Exhausta y anhelando algo de calma, dudé pero acepté su oferta. De repente, ella dejó de llorar y empezó a sonreír. Aliviada, me giré para tomar mi computadora portátil, pero cuando miré hacia atrás, mi corazón se detuvo. El hombre le estaba susurrando a mi bebé, y su mirada se volvió ominosa.
El pánico me invadió. Me forcé a mantener la calma y le dije: «Disculpa, creo que necesito devolverla ahora.» Él sonrió amablemente y me la entregó sin resistencia. La abracé con fuerza, sentí su corazón latir contra el mío.
Al llegar, reporté el incidente a la seguridad del aeropuerto. Analizaron la grabación y hablaron con la persona en cuestión. Descubrieron que era un psicólogo infantil muy conocido que frecuentemente consolaba a los niños durante los vuelos. Sus intenciones habían sido completamente inocentes.
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