Un viudo notó que todas las flores que había dejado en la tumba de su esposa estaban desapareciendo: decidió instalar una cámara para averiguar la verdad y quedó horrorizado por lo que vio.

POSITIVO

Un viudo notó que todas las flores que había dejado en la tumba de su esposa estaban desapareciendo. Decidió instalar una cámara para averiguar la verdad y quedó horrorizado por lo que vio.

Habían pasado seis meses desde que el viudo perdió a su esposa. Su vida ya no tenía el mismo sentido. Cada mañana, se despertaba en un apartamento vacío, donde todo le recordaba a ella: su taza en la cocina, su pañuelo en la percha, su perfume, cuyo aroma aún flotaba en el aire.

Pero su ritual más importante se convertía en el domingo. Iba al cementerio cada vez y le llevaba rosas rojas, las mismas que ella adoraba en vida. Las colocaba junto a la lápida y se sentaba a su lado un buen rato, como si le hablara.

Sin embargo, durante tres semanas seguidas, el hombre notó algo extraño: las flores que había traído para su esposa estaban desapareciendo. No estaban marchitas ni abandonadas; simplemente habían desaparecido.

Desesperado, se acercó al cuidador del cementerio:

«Dime, ¿has visto a alguien llevándose las flores de esta tumba?»

El anciano se encogió de hombros:

«No he visto a nadie. Y no es asunto mío. Si quieres saberlo, averígualo tú mismo».

El viudo se dio cuenta de que tendría que actuar él mismo. Compró una pequeña cámara y la instaló cerca de la lápida. Esa noche, encendió la cámara y quedó fascinado por lo que vio. 😱😱 Continúa en el primer comentario 👇👇

Una niña de unos ocho años apareció en la pantalla. Se acercó a la tumba, tomó su ramo y se lo llevó rápidamente. Pero la cámara no grabó exactamente dónde ni por qué.

El hombre observó una y otra vez, intentando encontrar una respuesta, pero no entendía qué estaba pasando. ¿Por qué un niño necesitaría las flores de otra persona?

Esto lo atormentó toda la semana.

Y luego el domingo siguiente. Volvió con el ramo. Y de repente la vio: a la misma niña. Estaba junto a la tumba vecina, sosteniendo rosas viejas y marchitas en sus manos. El viudo se acercó con cautela:

«Niña… ¿tomas flores de esta tumba?»

La niña se asustó y quiso huir, pero él la detuvo con suavidad.

«No tengas miedo, no estoy enojada. Solo dime, ¿por qué?»

La niña bajó la cabeza y susurró:

«Tengo un hermanito aquí. Murió en primavera. Mamá no puede comprar flores. Y no quiero que se quede solo… Pensé que la tía del hermoso monumento no se ofendería si le tomaba flores.»

El corazón del viudo se encogió. Guardó silencio un buen rato, sin saber qué decir.

La siguiente vez, trajo dos ramos. Uno para su esposa. El otro para el niño. Y cuando la niña vio esto, sus ojos se iluminaron de felicidad.

«Gracias, tío», dijo ella, apretando las flores contra su pecho. «Ahora nunca estará solo».

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