En la orilla de un pequeño pueblo costero, donde la vida cotidiana transcurría lentamente y sin sorpresas, varios pescadores terminaban su trabajo rutinario.
Con mucho esfuerzo tiraron de la pesada red, llena hasta el borde de peces, hasta la cubierta de la desgastada embarcación.
Pero cuando la red estaba casi en la superficie, uno de los pescadores notó que su peso no era natural: algo en su interior parecía extrañamente sólido y despertó en él ansiedad.
Cuando finalmente la red cayó a la cubierta, los pescadores quedaron paralizados de terror. Entre los peces y las algas enredadas había algo que ninguno de los dos podía nombrar. La criatura parecía un pez, pero su forma era extraña, casi de pesadilla, como si viniera de otro mundo. El cuerpo, cubierto de una sustancia viscosa, pulsaba lentamente y sus enormes ojos amarillos brillantes parecían mirar directamente a todos los presentes. De su cuerpo herido y retorcido surgió un siseo silencioso y aterrador que atravesó el silencio de la tarde como una espada.







