Su marido había insultado a Eliana llamándola “campesina pobre”, sin saber que ella había heredado una fortuna millonaria de su padre.

HISTORIAS DE VIDA

—¿Eliana Martens? Mi nombre es Daniel Kowalski, soy abogado. Te he estado buscando durante más de un año.

Eliana frunció el ceño y se secó las manos en el delantal con gestos mecánicos. En la puerta de la cocina, Lucas y su madre los observaban, ambos con la misma expresión distante y fría en sus rostros, como si hubieran entrado en un territorio que no les pertenecía.

«¿A mí?» ¿Por qué?

—Es la herencia de su padre, señor Franz Martens. Murió hace un año y medio y tú eres el único heredero.

Lucas dio un paso adelante.

“Espera un momento, ¿cuál padre?” Su madre murió cuando ella tenía diez años y no había rastro de su padre.

Eliana se puso pálida. Ella no había oído el nombre de su padre desde que era niña. Su madre sólo dijo que era un hombre rico de Alemania con grandes planes, pero desapareció y sólo les dejó su nombre.

—Señora Martens, su padre le dejó todo: una casa en Múnich, acciones, cuentas bancarias… El valor total supera los siete millones de euros. Fue difícil para nosotros encontrarte porque cambiaste tu nombre y abandonaste el país después de casarte.

Lucas se quedó con la mandíbula caída. Mariana Heinrichovna se aferró al respaldo de la silla con manos temblorosas. Y Eliana permaneció en silencio. Su corazón latía salvajemente. ¿Podría ser cierto? Si así fuera, significaba que ya no dependía de nadie.

—Yo… necesito tiempo para pensar —susurró.

“Por supuesto”, asintió Daniel. – Aquí está mi tarjeta de negocios. Cuando estés listo, contáctame. Para realizar los trámites tienes que ir a Munich.

Él le dio su tarjeta de presentación y se fue. Un silencio opresivo descendió sobre la casa. Lucas fue el primero en romperlo:

– ¡¿Sabías?! – gritó. “Mantuviste eso en secreto a propósito, ¿no?” ¡¿Esto es una broma?!

—No sabía nada —respondió Eliana con calma, con la mirada aún fija en la puerta.

—Bueno, en ese caso —dijo Mariana con una sonrisa falsa—, realmente eres parte de nuestra familia. Nosotros te apoyamos. La familia es lo único que importa ¿verdad?

Eliana se volvió hacia ellos.

– ¿Familia? ¿Tú? – sonrió amargamente. —¿Dónde estabas cuando perdí a mi hijo? ¿Cuándo lloré de noche por tus humillaciones? ¿Cuando me tratarás como a un sirviente?

—Eliana, no exageres —intentó Lucas. – Eso fue en el pasado. Podemos empezar de nuevo. Iremos juntos a Munich, te compraré algo bonito, siempre has querido un vestido…

Ella dio un paso atrás.

—No me toques. Durante años me hiciste sentir como nadie. Y ahora cuando descubras que tengo dinero ¿recordarás que soy tu esposa?

– Eliana, por favor…

– No, yo voy. No por dinero. Para mí. Porque estoy cansado de vivir en una jaula y ser una sombra. No mereces estar conmigo.» Su voz temblaba, pero la determinación ardía en sus ojos.

Entró en el dormitorio y preparó las maletas sin decir palabra. Mariana murmuró algo, pero Eliana no escuchó.

Cuando la puerta principal se cerró de golpe detrás de ella, Lucas corrió hacia la ventana y la observó sin darse la vuelta. Él no sabía qué decir. Sólo ahora comprendió a quién había perdido.

Múnich los recibió con frescura, una arquitectura impresionante y el aroma del café de la mañana. En la notaría le entregaron las llaves de la villa, el listado de escrituras y una carta. De su padre.

Mi querida Eliana. Perdóname por no haber estado ahí para ti. Fui una cobarde. Pero todo lo que tengo es tuyo ahora. Úsalo todo para hacerte fuerte. Vive. No mires atrás. Mereces lo mejor.
– Tu padre, Franz.

Sostuvo la carta en sus manos y miró por la ventana las calles de una ciudad que una vez le fue ajena, pero que ahora le pertenecía.

Por primera vez en muchos años ella era libre.

No por el dinero. Pero porque el dolor ya no tenía poder sobre ella.

Eliana alquiló un pequeño apartamento en el centro y se matriculó en cursos de diseño de moda, el sueño de su infancia. La riqueza le permitió hacer muchas cosas, pero lo que más valoraba era la libertad de decidir qué hacer, cómo pensar, qué sentir.

A veces todavía soñaba con Lucas. Su voz siempre sarcástica resonó en su cabeza. Pero cada mañana se despertaba sonriendo, porque esa voz ya no tenía poder sobre ella.

Seis meses después, Eliana presentó su primera colección en una exposición de diseño para jóvenes creativos. Siluetas simples, líneas claras, colores cálidos. La inspiración fue el pueblo donde creció. Su ropa parecía recuerdos: tristeza y ligereza al mismo tiempo.

El público se puso de pie para aplaudirlo.

En la primera fila estaba Daniel Kowalski, el mismo abogado que una vez llamó a su puerta.

“Eso fue… increíble”, dijo mientras se acercaba. -Lo lograste.

“Acabo de empezar”, respondió ella con una sonrisa.

Y en efecto…todo fue sólo el principio.

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