Cuando regresé, me quedé atónita al ver a nuestro vecino huyendo de mi marido casi desnudo, maldiciéndolo con las peores palabras.

HISTORIAS DE VIDA

Mi marido y yo vivimos en la ciudad, pero los fines de semana nos encanta escapar del bullicio de la ciudad y dirigirnos al campo.

Recientemente compramos una casa en el pueblo, que necesitaba algunas reformas, pero las impresionantes vistas y el aire fresco lo compensaron.

La naturaleza era hermosa, con un bosque y un lago cerca, y el paisaje era simplemente impresionante.

Sin embargo, el patio estaba completamente lleno de basura y la casa necesitaba mucha atención.

Lentamente pero seguro comenzamos la renovación y nuestra casa tomó forma.

La transformación fue impresionante, así que decidimos celebrar nuestro nuevo hogar con amigos.

En lugar de preparar la comida en casa, decidimos construir un cenador en el patio trasero. Compramos los materiales necesarios y encontramos trabajadores de un pueblo cercano.

La mañana de la celebración, me levanté temprano para preparar el almuerzo para nuestros invitados.

Pero luego recordé que necesitábamos efectivo para pagar los materiales que habíamos pedido. Dejé una nota para mi marido y conduje hasta la ciudad para retirar dinero.

Cuando regresé, me quedé con la boca abierta: nuestro vecino estaba huyendo de mi marido casi desnudo y gritándole las peores maldiciones. Me quedé en completo shock y no sabía cómo reaccionar.

Le pregunté qué había pasado, pero se reía tanto que apenas podía hablar.

Finalmente me contó todo. Después de que me fui, él se levantó, leyó mi nota y fue al patio trasero para encontrarse con los trabajadores.

Les ofreció un café mientras esperaban que les entregaran el material. De repente oyó que alguien lo llamaba.

Cuando regresó a la casa, vio a nuestra vecina con un vestido corto de verano y pidiendo azúcar.

Como mi marido no es tonto, inmediatamente se dio cuenta de sus intenciones. Decidió darle una lección y le preguntó:

— ¿Y qué obtengo a cambio?

La vecina, que sólo esperaba una invitación, se quitó apresuradamente el vestido y comenzó a presentar sus “encantos”. Mi marido siguió el juego y dijo:

—No aquí, volvamos donde nadie pueda vernos.

Los condujo cortésmente a la terraza donde los trabajadores estaban desayunando y les dijo:

—Chicos, no tengo dinero para pagarles. ¿Quizás acepten el pago en especie?

Al momento siguiente ella salió corriendo gritando y maldiciendo. Cuando escuché la historia no pude evitar reírme.

Me sentí muy afortunada de tener un marido tan fiel. Después de este incidente nunca volvimos a ver a nuestro vecino.

Si te gustó la historia ¡no olvides compartirla con tus amigos! Juntos podemos difundir emoción e inspiración.

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